Sin necesidad de compararla con nada: es un auténtico lujo.

Y lo es porque se ha dotado a Grado de un centro de enseñanza de primer nivel, en cuanto a instalaciones se refiere, que permitirá despertar y cultivar las vocaciones musicales de sus habitantes, sobre todo de los más jovenes. Algo muy difícil de lograr en un pueblo de las dimensiones de Grado fuera de la Comunidad Valenciana.

Lo es, además, porque se ha rehabilitado un edificio emblemático, en el que yo también hice mis pinitos y rompí algún cristal, justo es decirlo, al que el paso de los años y el abandono contumaz habían puesto a los pies de la demolición.

Pero como todo no puede ser excelencia, tambien es cierto que La escuela es un primer paso que no servirá de nada si no va acompañado del dinero necesario para que salga airoso del reto que se propone, pues estudiar música no es barato: los instrumentos de un mínimo, y digo mínimo, de calidad cuestan varios cientos, a veces miles, de euros, el profesorado también tiene su precio, libros, partituras, afinadores, metrónomos...

Esperemos que estos tiempos tan poco agraciados para los bolsillos, públicos y privados, no sean un obstáculo insalvable en su andadura.