Isidoro Lopez Florez, es un emigrante de Grado, que lleva viviendo desde hace muchos año en la paradisíaca ciudad de Miami, muy cerca de donde se celebro hace dos días, el mayor espectáculo deportivo del mundo, el partido de la “SUPERBOWL"
Podemos verle en varias fotografías, junto a su hijo Isidoro, justo delante de la entrada del estadio, el día después del partido, puesto que según nos comenta el propio Isidoro "yo me conformo con verlo siempre con mi familia en casa, por dos motivos: la gente que va a ver el partido, es gente muy adinerada, las entradas soy carísimas y uno no se puede permitir ese lujo o capricho de pagar, pienso que es una locura, y otro motivo también por lo que no voy a verlo en directo, es mi edad ya soy bastante mayor, para meterme en esos follones. Yo lo vi, integro por TV y para mi placer, ganaron los míos que salían como perdedores, pero el deporte es así no siempre ganan los mejores. Los Santos de Nueva Orleans contra los Colts de Indiana, el resultado final fué 31/ 17 a favor de los Santos o Saints como les dicen aquí."
"Lo que mas le sorprende de este gran espectáculo es la multitud de prensa, periodistas acreditados, TV y empleados desmontando toda aquella parafernalia empleada para realizar tan gigantesco espectáculo, en fin sin duda el mayor espectáculo deportivo del mundo" dice Isidoro. El partido es un derroche comercial, publicitario y mediático, una fiesta grandiosa.
La Superbowl es la madre de todos los partidos. Su carácter único es relevante en todos los aspectos. En primer lugar porque es el único de los grandes deportes americanos que resuelve el título en un solo partido. Tanto el béisbol, como la NBA y la Liga de hockey sobre hielo (NHL) deciden el campeón en finales a siete partidos. Esta peculiaridad convierte a la Superbowl en una fiesta y en un imán para la televisión y la publicidad.
En la lista de los programas más vistos en la historia de la televisión estadounidense figuran numerosas ediciones de la Superbowl. El pasado año, la transmisión tuvo un promedio de 98,7 millones de espectadores. La Superbowl es un escenario de récords, un producto que roza la megalomanía, pero que siempre acaba derivando en lo sustancial: lo importante es el partido.
El derroche se aprecia en casi todos los capítulos. Los anuncios son los más caros del año, con precios que alcanzan tres millones de dólares por 30 segundos de emisión. Y si hay algo perfecto para la fusión entre la publicidad y el juego, eso es el fútbol americano: cuatro intentos para avanzar diez yardas o de lo contrario, el balón acaba en poder del adversario. Eso significa cortos espacios de enorme intensidad en el campo, seguido por parones y tiempos muertos. Ahí entra los anuncios como un cañón, a segura Isidoro.